La investigación agrícola y la olivicultura necesitan más mujeres. Mujeres que sirvan de referente a otras mujeres para que esta condición no suponga ninguna limitación para ser ingeniera agrónoma, técnica de campo, maestra de almazara o investigadora. En los últimos 20 años los progresos a este respecto han sido significativos. Sin embargo, queda mucho camino por recorrer. Por ejemplo, entre los profesionales en ingeniería agronómica sólo el 34% son mujeres, el mayor porcentaje de todas las ingenierías, pero aún muy lejos de la paridad. Actualmente, muy pocas mujeres asumen puestos de liderazgo en empresas agrícolas. En mi ámbito, la investigación, son muchas las estudiantes que empiezan el doctorado pero pocas las que logran una posición académica estable. Esto se debe a varios factores: la precariedad, ya que hay pocas oportunidades de estabilización en la investigación; y el tiempo necesario para lograr esta estabilidad laboral choca con la maternidad, la crianza de los hijos y el cuidado de los mayores. Me considero afortunada por haber logrado esa estabilidad y poder dedicarme a investigar y a enseñar, actividades que me apasionan. Pero también porque en un área con escasa presencia femenina, la agronomía, nunca me he sentido discriminada por ser mujer. He trabajado con magníficos profesionales, que me han enseñado y apoyado sin que el hecho de ser mujer supusiera ninguna diferencia. También he contado con una familia que nunca me puso límites por este motivo. Sin embargo, hacen falta más referentes femeninos y medidas de conciliación familiar eficientes para garantizar el acceso de la mujer a puestos de responsabilidad en igualdad de condiciones.
El desempeño de las mujeres en la olivicultura en el ámbito rural ha sido fundamental, también silencioso y muchas veces heroico por tener que ser compatible con labores domésticas pocas veces compartidas. Todavía la olivicultura es un sector muy masculino. Cada vez más mujeres son titulares de la explotación, están directamente implicadas en la gestión técnica y administrativa del olivar, en la elaboración y calidad del aceite o en el marketing y las ventas. No obstante, todavía son pocas. He participado en varios congresos multitudinarios dedicados a la olivicultura donde uno de los principales comentarios era la práctica ausencia de mujeres, tanto en la audiencia como entre los ponentes. La olivicultura se enfrenta a retos muy importantes, marcados por el cambio en los sistemas de cultivo, el calentamiento global y la falta de relevo generacional. También a una rápida y apasionante modernización que requiere dinamismo y la incorporando las tecnologías más novedosas. Se necesitan y se necesitarán profesionales inteligentes, audaces y valientes para encontrar soluciones a problemas presentes y futuros. La olivicultura no se puede permitir seguir prescindiendo del 50% del talento disponible. Hemos desperdiciado el potencial de muchas mujeres brillantes y es responsabilidad de todos que esto cambie. Se lo debemos a las nuevas generaciones y también a tantas mujeres dedicadas a la agricultura, a la olivicultura, que no tuvieron oportunidad de tener y de elegir una formación.