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De catas y niños

De catas y niños

Alfonso J. Fernández
Empresario, gastrónomo, experto catador -jurado de los EVOOLEUM Awards- y sumiller, fue la primera persona en realizar una cata de AOVE en un avión

En los últimos años, se ha producido una evolución fundamental en lo que se refiere a la gastronomía. Ha pasado de ser el placer sensorial de unos cuantos privilegiados que disfrutábamos comiendo para convertirse en una actividad fundamental del ser humano en el siglo XXI. La nueva gastronomía es, o debe ser, saludable, solidaria, sostenible y satisfactoria. Y, en ese marco, el aceite de oliva virgen extra, el AOVE, adquiere un papel de protagonista.

Catar con niños es trabajar a otro nivel. Como siempre, nos llevan mucha ventaja. Porque despojados de complejos y sin miedo al fallo, con curiosidad y desparpajo, se cata de lujo. Definitivamente, los más jóvenes son un público extraordinario y agradecido, con ellos todo es divertido y nuevo. Simplemente geniales.

Hace poco, en la última y esperada edición del Salón Gourmets en Madrid, la Organización Interprofesional del Aceite de Oliva Español, junto con Scolarest, empresa de catering escolar del Grupo Compass, organizó unos talleres de comida saludable y sostenible para niños. Un evento que nació del acuerdo al que llegaron ambas partes para hacer de los aceites de oliva la única grasa vegetal de sus caterings en más de 700 colegios de todo el país y que, además, contará con acciones de formación sobre nutrición saludable dirigidas a los escolares y sus familias. Desde aquí mi gran aplauso a esta iniciativa. Por esta feria gastronómica pasaron cada día 200 escolares de 8 y 9 años, y el arriba firmante tuvo la suerte de que la Interprofesional le encargase ser el maestro de ceremonias de esta actividad.

La idea era explicarles cómo se cata un aceite, por qué se cata “a pelo” y sin pan. Y lo más importante, cómo aplicarlo en la cocina. Lástima que, debido al protocolo COVID, no pudimos darles a probar el resultado; eso sí, se llevaron su pertinente librito para “jugar” a MasterChef Junior en casa con sus familias. Las cuatro recetas elegidas eran obviamente rápidas, sanas y con cero complicación. A saber. Una frutisalad de yogurt, fruta fresca, frutos secos, miel (huyamos del azúcar refinado), AOVE y canela. Un bocata descapotable, léase una tosta de pan de masa madre o integral con AOVE, hojas de espinacas frescas, jamón cocido, tomate y semillas. Pasamos al tercero, hummus de garbanzos con crudité. Poco que explicar aquí. El último lo dejamos en sus manos para que lo elaboraran en casa: una Olivecilla, crema de cacao y merendola en versión Periko Ortega (restaurante ReComiendo, Córdoba): cacao en polvo, polvo de avellana, AOVE, miel, leche y a darle a la batidora. Un apunte: se tarda menos en hacer las cuatro recetas que en bajar al súper a comprar un paquete de bollería industrial.

La experiencia no pudo ser más intensa y satisfactoria. Cada media hora, los escolares fueron desfilando de 50 en 50. En ese rato estuvieron jugando con el aceite, con desparpajo y avidez, mucha avidez. Catar con niños es trabajar a otro nivel. Se acercan al virgen extra con otra cara y con mucho oído. Las cogen al vuelo y hacen preguntas que más de un adulto quisiera apuntarse para sí. No paraban de preguntar y comentar: que si mi abuelo tiene olivos en el pueblo, que si este huele como el aceite de las tostadas de casa (qué gran alegría escuchar eso), que si el color es o no importante para catarlo... Si para el común de los mortales catar aceite de oliva virgen extra es descubrir un mundo nuevo, imaginemos lo que supone para un niño. Como siempre, nos llevan ventaja y de largo. ¡Alfonso, este huele a tomate! ¡A mí me huele a plátano!... ¡Menudo olfato tienen los infantes! Sin complejos y sin miedo al fallo se cata de lujo, son un auditorio extraordinario y agradecido.

La interacción era constante, no paraban de levantar la mano para preguntar y las expresiones de sus rostros catando los aceites eran simplemente geniales. Desde las más disfrutonas a las más cómicas. Aquello de que “la cara es el espejo del alma” se cumplía a rajatabla. Y qué decir de sus caras cuando elaborábamos las recetas, que iluminaban el taller. Se relamían, querían acercarse para contemplarlas bien de cerca y se lamentaban por no poder probarlas -maldito protocolo COVID-. Uno a uno les fuimos entregando un diploma por la asistencia y, lógicamente, la pregunta “¿te ha gustado?” era obligatoria. La respuesta fue unánime: les encantó. ¡Ay los niños! Simplemente son geniales.

Matrícula de honor
Hace años ya tuvo lugar una actividad similar en el mismo escenario y sinceramente he de decir que hemos avanzado. Los niños reconocen los aceites de calidad y les gustan. Presuponemos que van a optar por aceites dulces y delicados. Error, no lo den por hecho. Son muchos los que gustan de aceites potentes en picor y con notas verdes en lugar de maduras y suaves. No eran pocos los que pedían permiso para tomarse todo el aceite del vasito, algo que sinceramente no esperaba. Algunos incluso querían repetir o llevárselo para ir degustándolo por el camino. Matrícula de honor obtuvo la mayoría. Y yo tan feliz, claro.

No puedo dar muchos consejos acerca de cómo contárselo a los niños, al margen de incidir en la sencillez y honestidad del mensaje. Contarlo de verdad y con mensajes simples -que no infantiles- creo que es la forma adecuada de acercarse a este público del futuro. Suena a topicazo, pero si enseñáramos a nuestros niños lo que es el buen AOVE nos iría mucho mejor. Media hora apenas sirve para impresionarlos e intentar plantarles una semillita de curiosidad, pero por algo hay que empezar y, por supuesto, no hay que dejar pasar tan magna oportunidad.

Sería bueno acercar el aceite de oliva a los niños como lo hicieron nuestras abuelas con nosotros cuando nos hacían esas ricas magdalenas de AOVE, cocinando, enseñándoles el cómo y el por qué, y no dejando en manos de la publicidad infantil algo tan serio como la alimentación. El aceite de oliva es salud y sabor, es auténtico oro líquido que, además, en muchas partes del mundo es un producto de Kilómetro 0, como en España y en el resto del Mediterráneo. Catar sin cocinar es más teoría que otra cosa, pero de poco sirve la teoría si no se pone en práctica. El AOVE se utiliza en la cocina y en nuestras recetas, así que démosle cancha y compartámoslo con el consumidor del futuro por su espléndido futuro. Este taller demuestra que una merienda de sólo 10 minutos se puede preparar con AOVE en apenas otros dos, pero es que además están deliciosas. Cocinar despierta la imaginación y tenemos la mejor grasa del mundo para hacerla divertida y saludable.

Me consta que hay compañeros catadores que ya han realizado catas con niños, pero me gustaría invitar a quien no lo haya hecho a que lo pruebe, dejando tecnicismos aparte y acercando la esencia del buen AOVE allí donde impartan un taller dirigido a los más jóvenes. Y a quien no tenga un catador a mano, que se ponga manos a la obra con recetas saludables y rápidas. No hace falta ser chef, Internet lo sabe y lo cuenta todo, un ratito de navegador y verán la mar de ideas que surgen. Lo mejor de todo esto lo ponen los niños, con ellos todo es divertido y nuevo. Ellos comparten su ilusión y nosotros alimentamos el espíritu. AOVE para las meriendas con un toque saludable, apúntenlo en el calendario del móvil y a practicar una tarde de estas.