La memoria del olivo

Aunque todavía nos queda mucho por descubrir en este campo, lo que sí sabemos con certeza es que todos los seres vivos tenemos memoria. ¡Hasta las bacterias poseen una memoria química que transmiten a sus descendientes!

A los olivos les ocurre algo similar: son capaces de recordar las campañas anteriores. Es lo que se conoce como la “memoria del olivo”. Se trata de un fenómeno agronómico que hace referencia a la capacidad de estos árboles para recordar las condiciones ambientales y los eventos climáticos a los que han estado expuestos a lo largo de sus vidas. Además, este recuerdo se manifiesta en el crecimiento, la salud y la productividad de los ejemplares a lo largo del tiempo.

El principal motivo de almacenar esta información surge de la necesidad de evolucionar para resistir todo tipo de condiciones adversas a las que están sometidos, tales como sequías prolongadas o cambios bruscos de temperatura. Así, han desarrollado una curiosa habilidad para responder a su entorno: memorizar su propia historia. La memoria del olivo supone una retrospectiva a largo plazo, administrando recursos como el agua y los nutrientes y acomodando su producción de aceitunas en función de su trayectoria anterior.

Para reforzar esta maquinaria -ya de por sí futurista- nació hace tres años el Grupo Operativo Predic I, que en este periodo de trabajo ha desarrollado un sistema para predecir con antelación -esto es, justo al cierre de la campaña de recolección anterior-, la producción de la próxima cosecha de los municipios de Jaén, Córdoba y Granada. El modelo desarrollado por Predic I se basa en Inteligencia Artificial y algoritmos de precisión capaces de evolucionar retroalimentándose de información de nuevas campañas, lo que permite a este software generar modelos predictivos cada vez más eficientes y ajustados a cada zona objeto de estudio. Además de predicción de cosechas, esta tecnología permite realizar consultas sobre producciones históricas de las explotaciones para analizar el comportamiento dinámico del cultivo a lo largo del tiempo. Es decir, la memoria del olivo multiplicada hasta el infinito.

Hemos pasado de olivos que recordaban con el corazón, como creían los romanos, a medio-árboles medio-androides que pronto serán capaces de indicar con exactitud el rendimiento graso que posee cada una de sus aceitunas.

¿Nos dejará la ciencia algo de romanticismo en los campos de olivos? Por lo menos siempre nos quedará poder observarlos como lo hacía Neruda, con su “volumen plateado, severo en su linaje, en su torcido corazón terrestre”.

La memoria del olivo

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