Cuando hablamos de las categorías de aceite de oliva que hay en el sector, al llegar a los AOVEs, solemos diferenciar tres calidades: el aceite de oliva virgen extra de calidad baja, el que cumple las especificaciones del Consejo Oleícola Internacional (COI) y el AOVE SIQEV, un virgen extra con frutado claro, libre de residuos, con alto contenido en polifenoles, etc. Hasta hace pocos años, solamente podía hablarse de SIQEV en ambientes selectos, convencido gran parte del sector de que no se podía disponer de estos AOVEs en grandes cantidades y que nos situábamos de media en la calidad “básica”.
Desde hace muchos años se trabaja en el sector de los vírgenes extra buscando mejorar la calidad del producto sin perder rentabilidad de proceso, algo fundamental si los productores quieren sobrevivir a largo plazo. Ya no es necesario trabajar con pequeñas marcas Premium para encontrar un interés alto en producir calidad incluso en empresas donde no se dispone de marca propia, sino que comercializan exclusivamente a granel.
La mentalidad de nuestro sector ha cambiado radicalmente y los que vendían calidades excelentes en pequeñas o grandes dosis han liderado este cambio, haciendo que todos los productores quieran formar parte de este club selecto de los que hacen las cosas bien. No tendría mucho sentido vender salud si nuestros polifenoles son bajos y no tendría sentido vender “sensación” y “experiencia en nuestros sentidos” si tenemos frutados mediocres. Por ello, para mí, la mayor tendencia que ha existido en estos años en el sector ha sido el compromiso en la producción de AOVEs de calidad a gran escala. No hablamos de aceites de oliva de España, sino de vírgenes extra de alta calidad de España.
No siempre las grandes fuerzas arrastran a las pequeñas. A veces los pequeños se unen para conseguir su objetivo, que sí tiene que ver con el amor al producto además del negocio. Es verdad que hay cierto romanticismo en hacer las cosas bien, no hay que negarlo, pero ya sabemos que “el amor mueve montañas”.
Respecto al futuro, al igual que hace años trabajábamos por producir AOVEs de alta calidad en grandes cantidades, ahora los principales objetivos deben centrarse en la mejora de procedimientos de trabajo desde el olivar para poder reducir contenidos en parámetros no deseados y que próximamente serán regulados, así como en aumentar la sostenibilidad económica del sector a través de la captura de CO2. Para ello, será fundamental que asociaciones de agricultores tomen la iniciativa y se comprometan con el cambio, ya que no será posible mejorar en estas áreas si no conseguimos unir a toda la cadena, no solamente a productores y envasadores, sino en este caso a agricultores y a todas las empresas proveedoras de servicios que los apoyan.
2025 será un año de importantes retos que afrontar y aprendizajes para todos.
¡Feliz Día Mundial del Olivo!
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