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El etiquetado de los aceites de oliva como forma de diferenciación y fuente de información para los consumidores

El etiquetado de los aceites de oliva como forma de diferenciación y fuente de información para los consumidores

miércoles 19 de marzo de 2025, 11:30h
El etiquetado podría ser una fuente de información muy valiosa para que el consumidor aprenda a distinguir entre los distintos tipos de aceites de oliva en función de su calidad. Para ello, resulta primordial que el etiquetado se confeccione pensando en el consumidor, de forma que le oriente en su proceso de decisión.

En los últimos años se ha incrementado el consumo de alimentos saludables y de calidad. El incremento en la demanda de productos de mayor calidad ha supuesto asimismo un incremento de las variedades de productos alimenticios que podemos encontrar a la venta y ha desarrollado a su vez las estrategias de marketing tendentes a una mayor difusión de los atributos distintivos de estas nuevas categorías.

El cambio continuo en las variedades y características de los productos hace que el consumidor no llegue a tener nunca una información completa sobre la calidad de los mismos, provocando la temida asimetría informativa en el mercado (teoría propuesta por el economista George A. Akerlof en 1970, donde se expone que algunos agentes tendrán más información que otros, en este caso, los consumidores). Por este motivo es importante la claridad y simplicidad en la información que se transmita. Dicha información, dentro del contexto de compra actual en formato de autoservicio, se encuentra reflejada en el etiquetado alimentario, que actúa como vendedor silencioso. Las políticas gubernamentales y la regulación en materia de etiquetado tratan de facilitar la comercialización de alimentos, garantizando que se cumplan los derechos de los consumidores en materia de protección y seguridad alimentaria.

El etiquetado es un instrumento básico para proporcionar información al consumidor. Así, el Reglamento 1169/2011 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 25 de octubre de 2011, sobre la información alimentaria facilitada al consumidor, define la información alimentaria como “la información relativa a un alimento y puesta a disposición del consumidor final por medio de una etiqueta, otro material de acompañamiento, o cualquier otro medio, incluyendo herramientas tecnológicas modernas o la comunicación verbal” [art. 2, 2 a)]; y la información alimentaria obligatoria como “las menciones cuya comunicación al consumidor final es exigida por las disposiciones de la Unión” [art. 2, 2 c)].

Las indicaciones obligatorias para el etiquetado de los productos alimenticios aparecen reflejadas en el Reglamento (UE) nº 1169/2011 (artículo 9), que para el caso concreto de los aceites de oliva son:

a) la denominación de venta, de conformidad con la clasificación establecida en el Reglamento n.º 136/66/CEE;

b) la cantidad neta;

c) la fecha de duración mínima;

d) las condiciones de conservación;

e) el nombre o la razón social y la dirección del fabricante o del embalador o de un vendedor establecido dentro de la Comunidad.

Si hablamos de normativa específica de etiquetado para los aceites de oliva, mención destacada merece el Reglamento 29/2012, de la Comisión, de 13 de enero de 2012, sobre las normas de comercialización del aceite de oliva, ya que esta norma va a realizar cambios profundos en el etiquetado de los aceites de oliva.

Este reglamento considera conveniente establecer normas específicas de etiquetado para los aceites de oliva que complementen las establecidas en la Directiva 2000/13/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, relativa a la aproximación de las legislaciones de los Estados miembros en materia de etiquetado, presentación y publicidad de los productos alimenticios. Esto lo fundamenta en las cualidades propias de los aceites de oliva -nutricionales y organolépticas- que le suponen al sector mayores costes de producción y, por tanto, más dificultad a la hora de abrir mercados en comparación con las demás materias grasas vegetales.

En el considerando 4 el reglamento especifica que “además de las denominaciones obligatorias previstas para las diferentes categorías de aceite de oliva en el artículo 118 del Reglamento (CE) nº 1234/2007, parece necesario que se informe al consumidor sobre el tipo de aceite de oliva que se le proponga”. Este enunciado pone de relieve la confusión a la que está sometido el consumidor en relación con las denominaciones de los aceites de oliva; dichas denominaciones previstas en el citado reglamento comunitario no son suficientes para informar debidamente al consumidor y ayudarle a distinguir entre los diferentes tipos de aceites de oliva, por lo que se antoja imprescindible realizar unas aclaraciones a las mismas.

Es por ello que el reglamento obliga a que en el etiquetado se incluyan, de manera clara e indeleble, además de la denominación de venta del producto, pero no necesariamente junto a ésta, las menciones que se indican:

aceite de oliva virgen extra: “aceite de oliva de categoría superior obtenido directamente de aceitunas y sólo mediante procedimientos mecánicos”;

aceite de oliva virgen: “aceite de oliva obtenido directamente de aceitunas y sólo mediante procedimientos mecánicos”;

aceite de oliva, esto es, que contiene exclusivamente aceites de oliva refinados y aceites de oliva vírgenes: “aceite que contiene exclusivamente aceites de oliva que se hayan sometido a un tratamiento de refinado y de aceites obtenidos directamente de aceitunas”;

aceite de orujo de oliva: “aceite que contiene exclusivamente aceites procedentes de la intervención del producto obtenido tras la extracción del aceite de oliva y de aceites obtenidos directamente de aceitunas” o “aceite que contiene exclusivamente aceites procedentes de la intervención del orujo de oliva y de aceites obtenidos directamente de aceitunas”.

Por otro lado, y desde el punto de vista del consumidor, el etiquetado es una fuente de información muy valiosa y como tal debemos analizar cuál es el uso que éste hace del mismo, y qué factores contribuyen a optimizar su función principal, ofrecer una información clara y concisa, ayudando así al productor a diferenciar sus productos.

A continuación, se presentan algunos de los principales factores que influyen en el uso que hace el consumidor del etiquetado:

Sobrecarga de información: demasiada información desorienta al consumidor y puede provocar indiferencia, confusión, pérdida de confianza o una disminución del valor de toda la información contenida en la etiqueta.

Falta de comprensión, implicación y tiempo: se puede producir incomprensión de diversas alegaciones recogidas en el etiquetado por los propios términos empleados (ambigüedad), por el uso de terminología demasiado técnica o por el elevado ritmo de vida del consumidor (leer toda la etiqueta lleva demasiado tiempo).

Factores demográficos: el género, la edad y el nivel educativo también influyen en el uso del etiquetado. De este modo, se comprueba que las mujeres y las personas de mayor nivel educativo y edad leen más
las etiquetas.

Grado de conocimiento: parece claro que la información contenida en el etiquetado no ha sido incluida pensando en el consumidor medio, ya que, en muchas ocasiones, se encuentra por encima de su nivel de conocimientos. De hecho, la mayoría de estudios reivindican un etiquetado más simple y accesible al consumidor.

El etiquetado podría ser una fuente de información muy valiosa para que el consumidor aprenda a distinguir entre las distintas líneas de aceites de oliva en base a su calidad. Para ello, resulta primordial que el etiquetado se confeccione pensando en el consumidor, de forma que le oriente en su proceso de decisión. En el caso del aceite de oliva virgen y el aceite de oliva virgen extra, el etiquetado no resulta un factor determinante en la decisión de compra, debido a que la demanda no percibe mediante la etiqueta información diferencial entre los distintos tipos de aceites de oliva vírgenes. De ahí que resulte primordial aumentar esa eficacia diferencial a través del etiquetado mediante unas denominaciones bien definidas que no generen confusión en el consumidor.

Además, se debe limitar la información en el etiquetado, hacerla más comprensible y resaltar aquellos atributos que el consumidor valora de forma más positiva y que llevan a la diferenciación del producto. Resulta necesario, por tanto, un cambio de orientación de la política oleícola en el sentido de fijar la mirada, cada vez más, hacia los intereses de los consumidores.