Concluida la recolección de la aceituna para aceite de oliva, y tras una campaña en la que no siempre fue posible, por razones meteorológicas, garantizar la continuidad de las entregas de materia prima en las almazaras, este organismo ha explicado que los escenarios han sido dispares por regiones. En general, el cuajado no se produjo en las mejores condiciones y no fue posible lograr la carga frutal de la campaña anterior. Sin embargo, y especialmente en el interior norte, las lluvias registradas cerca del final del ciclo de producción dio lugar a un aumento en el calibre de las aceitunas de los olivares tradicionales de secano, con incrementos de producción estimados en comparación con la campaña de 2019. Por el contrario, en Alentejo, donde el olivar moderno de regadío (y, en consecuencia, menos dependientes de las lluvias) es más importante, el débil cuajado del fruto fue decisivo para una campaña menos productiva. Esta región es la principal productora de aceite de oliva, ya que en las últimas cinco campañas ha producido alrededor de tres cuartas partes a nivel nacional. Por tanto, las previsiones globales apuntan a una disminución del 30% en la producción de aceite de oliva, en comparación con 2019, tanto por la disminución del volumen de aceitunas como por su menor rendimiento. Asimismo, este organismo ha precisado que las características químicas y organolépticas del aceite producido se encuentran dentro de los parámetros de calidad normales.