Desde el punto de vista fitosanitario, a su juicio, este hecho podrá aumentar la incidencia de enfermedades fúngicas aéreas como lepra o abolladura (Taphrina deformans), cribado (Coryneum beijerinckii / Stigmia carpophila) o moniliosis (Monilia spp.) entre las más comunes y sobre todo con el aumento de las temperaturas. En Andalucía, en aquellas zonas en las que se encontraba en estado avanzado de foliación, como es la provincia de Córdoba, se registraba presencia de cribado, con una media provincial del 9% de hojas con síntomas, con máximos del 12% y registrado en todas las parcelas muestreadas. La RAIF ha recordado que la estrategia de lucha contra estas enfermedades es sobre todo preventiva, cuando las condiciones ambientales son favorables para la enfermedad.
Estas condiciones se producen con temperaturas suaves y humedad relativa alta. La arboleda debe estar protegida desde el inicio de la brotación, en los estados fenológicos C/D (antes de la floración), hasta el cuajado del fruto.
Este organismo también señala que hay que tener especial cuidado con las variedades que vegetan más, como antoñeta y guara, ya que son más sensibles a esta enfermedad porque en el interior del follaje se crean más fácilmente las condiciones de humedad y temperatura favorables para el hongo.
Según ha explicado, en primavera, en parcelas infectadas, el hongo empezará a producir esporas, a partir del micelio hibernante. La lluvia y el viento dispersarán dichas esporas, que germinarán e infectarán los tejidos; mientras que en otoño hay otra fase en la que el hongo vuelve a estar activo. "Primaveras y otoños lluviosos son momentos críticos para esta enfermedad", ha precisado.
La RAIF ha indicado que la destrucción de restos vegetales afectados, podas adecuadas que permitan una correcta aireación y el uso racional de abono nitrogenado son medidas culturales que ayudan a la prevención de esta enfermedad.