A su vez, el 80% de los encuestados está convencido de que sus elecciones alimentarias pueden tener un impacto significativo en el medio ambiente, lo que "destaca la creciente conciencia y el interés por adoptar prácticas alimentarias que beneficien tanto a la salud personal como al medio ambiente", ha explicado Ascensión Marcos, profesora de Investigación en el Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN) (CSIC) y vocal de la FESNAD. La encuesta detalla que el coste adicional asociado con la compra de alimentos orgánicos y sostenibles es el mayor desafío (41%), seguido por la disponibilidad y accesibilidad de estos alimentos (28%). El tiempo requerido (13%) y los hábitos alimentarios arraigados (18%) también son barreras importantes. Las principales dificultades incluyen la falta de disponibilidad de opciones sostenibles (47%), la falta de información clara en las etiquetas (19%) y el precio elevado de los alimentos sostenibles (12%). Un 12% señala la falta de información sobre cómo llevar una alimentación sostenible, y un 10% no tiene claro cuándo un producto es sostenible. Para promover una alimentación más sostenible, un 40% de los encuestados sugiere campañas de concienciación y educación alimentaria, un 36% pide colaboración entre empresas y organizaciones, y un 24% cree en incentivos gubernamentales para productores y consumidores. Respecto al rol de instituciones y empresas, el 63% cree que las instituciones deberían implementar políticas que fomenten la producción y el consumo de alimentos sostenibles, mientras que un 29% opina que las empresas deberían ofrecer más opciones sostenibles y ser transparentes sobre sus productos. Un 8% no tiene una opinión clara al respecto. En definitiva, unos datos que indica, según la FESNAD, una clara tendencia hacia una mayor conciencia y preferencia por prácticas alimentarias sostenibles, destacando tanto las barreras como las oportunidades para fomentar hábitos más saludables y respetuosos con el medio ambiente.