Esos benditos líquidos

Como parte de ese ritual, los restos óseos de uno de los hombres se hallaban sumergidos en un líquido -que con el tiempo había adquirido un tono rojizo- dentro de una urna funeraria de vidrio. Pues bien, ahora un equipo del Departamento de Química Orgánica de la Universidad de Córdoba acaba de determinar que ese líquido, conservado desde el siglo I d. C., es el vino más antiguo descubierto hasta la fecha, sustituyendo de esta forma a la botella de vino de Speyer, descubierta en 1867 y fechada en el siglo IV d.C, que se conserva en el Museo Histórico de Pfalz (Alemania). Lo más difícil de determinar ha sido el origen del vino, ya que no existe una muestra de la misma época para comparar, pero las sales minerales presentes en el líquido de la tumba concuerdan con los vinos blancos que actualmente se producen en el territorio que perteneció a la antigua provincia Bética, sobre todo con los de Montilla-Moriles.

Esto me lleva a otra noticia reciente que hablaba del perfume romano hallado -también en Carmona- con más de 2.000 años de antigüedad, cuya base se componía de aceite de oliva. ¿Qué pasaba en la ciudad romana de Carmo -la actual Carmona- por aquel entonces? ¿Corría por las calles el vino y el aceite de oliva? ¿Se realizaban rituales en nombre de Minerva, Juno y Marte con estos elixires?

¡Qué pena no haber nacido por aquel entonces! Viajar desde Carmona a la vecina Córdoba, concrétamente al término municipal de Hornachuelos, y haber presenciado cómo algunos aristócratas escribían poemas de Virgilio en los restos de ánforas de aceite de la Bética romana.

“Hay dos líquidos que son especialmente agradables para el cuerpo humano: el vino por dentro y el aceite por fuera. Ambos son los productos más excelentes de los árboles, pero el aceite es una necesidad absoluta, y no ha errado el hombre en dedicar sus esfuerzos a obtenerlo”. No erraba Plinio el Viejo al expresarse de este modo en su Historia Natural: el aceite de oliva fue un producto indispensable para la vida diaria de los antiguos romanos, que no sólo lo usaban como ingrediente en la cocina, sino también como combustible para la iluminación y como un higiénico ungüento en las termas.

Decía Virgilio que “la vida posee una cantidad de tiempo determinada y este tiempo nunca se recupera”, pero yo creo que, afortunadamente, gracias a hallazgos como estos el tiempo se puede revivir.

¡Larga vida al vino y al AOVE!

Esos benditos líquidos

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