En los años 70 la ciudad de Shenzhen no era más que una humilde aldea de pescadores ubicada al sureste de China, con poco más de 20.000 habitantes y sin aparentemente mucho que ofrecer. Hoy viven en ella más de 17 millones de personas y de sus fábricas nace la mayoría de los dispositivos electrónicos que se compran en el mundo. El conocido como "Silicon Valley chino" parece un milagro, pero en realidad es una muestra del potencial de desarrollo que ofrece el gigante asiático cuando se enfoca en un mercado.
No resulta exagerado afirmar que uno de los próximos objetivos de China es el agribusiness, que empieza a ser percibido como una necesidad en torno a la que crecer. La pujanza de una población que supera los 1.400 millones de habitantes plantea un escenario de demanda creciente y diversificada en relación con los productos agrícolas de calidad. Así lo pone de manifiesto el hecho de que el país capitalizara el año pasado más de un tercio de las subvenciones mundiales destinadas a la agricultura, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que se elevaron por encima de los 850.000 millones de dólares a nivel global, y responden, en gran medida, al cambio de patrones de consumo alimentario de una clase media china que cada vez busca más el producto fresco, seguro y con altos valores nutricionales.
Precisamente, en el mes de abril Bolschare participó en una misión de alto nivel en el país asiático liderada por el comisario de Agricultura de la Unión Europea, Janusz Wojciechowski. En su marco, se dieron pasos importantes en la defensa de los intereses de las empresas europeas en China para que su desarrollo en el país resulte más eficaz. La cumbre también sirvió para que compañías como Bolschare pudieran sellar alianzas estratégicas con actores locales de relevancia, impulsando proyectos conjuntos que ayuden a posicionar el producto agro ibérico en dicho mercado.
La vanguardia tecnológica en materia de cultivos sostenibles es una de las grandes banderas que exhibimos
España está llamada a erigirse en la puerta de entrada a Europa de China en materia de agricultura. Uno de los hitos que avala esta idea tiene que ver con la reciente materialización de un proyecto que el sector nacional llevaba tiempo persiguiendo a través de la Agrupación de Exportadores de Almendra y Avellana de España (Almendrave): abrir el mercado chino a los frutos secos nacionales, algo que ha propiciado que un buen número de compañías del sector de nuestro país ya opten por desembarcar allí.
Nuestro país ocupa un lugar de privilegio frente a un mercado que comienza a eclosionar y en el que no existe saturación de actores. Puede que aún no seamos conscientes, pero el producto ibérico goza de una reputación global sólida gracias, entre algunas razones, a una rica diversidad de denominaciones de origen que brilla fuera de nuestras fronteras. Más allá de eso, contamos con otro elemento muy apreciado en China: un know-how verde que pocos tienen.
La vanguardia tecnológica en materia de cultivos sostenibles es una de las grandes banderas que exhibimos. La apuesta innovadora desarrollada en España y Portugal a lo largo de los últimos años para convertir el campo en motor de cambio no ha dejado de dar frutos: el uso eficiente de drones, satélites, Big Data y sistemas GPS de alta de precisión es un claro exponente de una filosofía agrícola única y exportable, que garantiza la producción apoyada en valores como la mejora del entorno.
El escenario resulta especialmente favorable para las exportaciones. China se convirtió en 2023 en uno de los socios comerciales principales fuera de la Unión Europea. Durante el año pasado, España realizó compras al país asiático por valor de 44.244 millones de euros, mientras que en sentido opuesto nuestras empresas exportaron al mercado chino 7.579 millones de euros. El desbalance aún es considerable, pero está llamado a ir reduciéndose en los próximos ejercicios habida cuenta de que el país alberga en la actualidad a más 600 empresas españolas en su territorio y de que la cifra de compañías nacionales que importan o exportan a China supera ya las 15.000.
Pese a las bondades destacadas, conviene tener en cuenta que el mercado chino no está carente de complejidades. Sus barreras burocráticas representan a menudo un obstáculo que es necesario afrontar con paciencia y espíritu resiliente, pues los beneficios de hacerlo superan los costes implícitos del proceso. A su vez, las compañías europeas deben adaptarse a unas reglas del juego diferentes, asumiendo que la competencia no podrá plantearse en base al precio. La calidad superior y los altos estándares de nuestros productos nos permitirá posicionarnos de forma diferencial en los nuevos nichos, aunque para ello resultará necesaria la implicación de las administraciones europeas y locales para su reconocimiento.
Con todo, China emerge ante el ecosistema agrícola español como una oportunidad estratégica para las empresas que aspiren a fijar una posición de liderazgo en el panorama internacional. El momento resulta inmejorable y las condiciones para la apuesta parecen las propicias. La conjunción de factores, y unas pequeñas dosis de atrevimiento, remarán con viento a favor para que nuestro agribusiness pueda conquistar los retos que plantean los nuevos horizontes.