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El olivo

El olivo

Por Belén Luque
Presidenta de Acora

¡El olivo es un árbol maravilloso al que le debemos tanto! ¿Qué pensará cuando nos ve a través de los siglos? En la antigüedad, el aceite tenía usos tan variados como fundamentales para la supervivencia rodeando el mediterráneo de este a oeste hasta nuestra península. Podemos decir que el final del siglo XX ha supuesto nuestra revolución industrial particular. Parece mentira que hasta los años 70 del siglo pasado, hace dos telediarios, el aceite de oliva se producía mundialmente con el sistema de prensas. Posteriormente, llegó el gran cambio, el sistema de dos fases con el que trabajamos actualmente y las centrífugas verticales. Algunos románticos que piensan que tiempos pasados siempre fueron mejores errarían si hablamos de calidad: nunca se han obtenido mejores aceites que en nuestros días.

¿Y si hablamos de la parte agronómica? Todavía algunos se acuerdan de las primeras plantaciones de superintensivo de hace más de 20 años en Reus. Disrupción total respecto al olivar tradicional, otra forma completamente diferente de cultivo. No es muy aventurado afirmar que “la revolución industrial” de la olivicultura se ha producido a principios del siglo XXI. Tenemos dos formas de producir completamente diferentes de las que se obtiene el mismo producto final. Y ambos cultivos bajo el mismo cielo: sequías, heladas, DANAS, temperaturas extremas… Algunos dicen que el futuro está en las plantaciones de alta densidad y el olivo nos sigue mirando y piensa: aquí estamos todos, los tradicionales, los de montaña, los intensivos, los superintensivos, los ecológicos, las nuevas variedades... Y cada uno se tendrá que diferenciar de alguna forma para buscar su supervivencia.

La tercera pata de nuestro olivo particular es la comercialización. En los años 80 una marca copaba el 35% del consumo español, Italia era el país que mandaba en exportación y el consumo mundial de aceite de oliva distaba muchísimo de las cifras actuales. Actualmente, la marca blanca es líder del mercado, España es el mayor exportador y el principal tanto en los países emergentes como en los más importantes y el consumo ronda los 3 millones de toneladas. Y el olivo nos sigue mirando, a veces alegre, a veces sorprendido.

La realidad supera ampliamente la ficción ¡y tanto que sí! Ni los más gurús del sector podían anticipar dos años como los últimos que hemos tenido. Tener una producción por debajo del millón de toneladas en España era impensable para muchos. Y es que nos encontramos en un sector que cambia cada vez más: sistemas de cultivo, variedades, requisitos analíticos, mejoras en almazaras para optimizar la calidad… Tenemos que adaptarnos, todos.

Y el olivo nos sigue observando y seguirá pensando: "a ver que inventan éstos ahora", preocupado en parte, pero sobre todo agradecido porque su importancia no ha dejado de ser esencial y así garantizamos su supervivencia y la nuestra.