El empresario y escritor estadounidense Dale Carnegie revolucionó el análisis de las relaciones humanas gracias a un enfoque innovador que ponía en el centro al otro, no a uno mismo. Así, resaltó que para la construcción de lazos y relaciones era imprescindible no hacer ostentación de lo propio, sino lograr que los demás brillen. Ahí reside la clave de bóveda de cualquier proyecto empresarial: promover el talento al margen de géneros, sesgos o de prejuicios en torno a quien lo lidera.
El papel de las mujeres en el ámbito empresarial sigue siendo objeto de estudio, tanto en España como fuera de nuestras fronteras. Lo es en parte porque el fomento de la diversidad en las compañías, así como en sus puestos directivos, aporta en términos de perspectiva, visión y sensibilidad heterogénea.
En este sentido, organizaciones como Credit Suisse o Peterson Institute for International Economics han concluido a través de estudios propios que apostar por el talento femenino significa hacerlo por un valor seguro, pues las compañías a nivel global que incluyen a mujeres en puestos directivos tienden a mejorar su rentabilidad y desempeño. Y aquellas que albergan a mujeres en sus consejos de administración obtienen mejores rendimientos que las que apuestan por una composición exclusivamente masculina.
En este punto, tanto el sector agrícola como el específico de cultivo del olivo y la producción de AOVE tienen mucho que decir. Sobre todo, en la medida en que en él hay ejemplos de compañías dirigidas o lideradas por mujeres que ejercen un papel vertebrador y potenciador. Todo, a pesar de que, en virtud de datos oficiales provenientes de la estadística mercantil, el 75% de las sociedades españolas no cuenta con mujeres en sus órganos de administración.
Nuestro sector tiene la capacidad de convertirse en motor de cambio a través de una concepción fundamentada en el talento, en la innovación y en la generación de oportunidades. Así lo entendemos desde Grupo Bolschare que, si bien nació para dar servicio a pequeños agricultores, en menos de 10 años se ha convertido en una compañía con más de 350 empleados con líneas de trabajo que abarcan la gestión de activos, el comercio internacional, la tecnología y el impacto social.
Gran parte de ese crecimiento responde, sin duda, a la asunción inequívoca de unos principios y valores que ejercen de guía diaria. Entre ellos, la familia, puesto que las personas y sus necesidades son una prioridad irrenunciable, como sucede en una gran familia; y la responsabilidad, porque cómo somos y cómo entendemos el mundo determina el modo en que gestionamos el negocio.
La aparición y consolidación de fondos y family offices en el sector oleícola, así como el crecimiento de nuestro ámbito de actuación, es una realidad que no sólo nos interpela en cuanto a los pasos que debemos seguir dando. También da cuenta de hasta qué punto es importante analizar qué hemos hecho para llegar hasta aquí. Y en este punto, de nuevo, aparecen las personas y la necesidad de promover el talento. Al margen de sesgos o de prejuicios.
