La mayoría, con el tiempo, tendemos a acomodarnos en lo que sabemos o creemos saber. No solemos cuestionar las ideas imperantes que tendemos a asumir como verdades absolutas. Y eso no es bueno. Nos adormece, nos ofrece una visión miope de la realidad. A veces necesitamos un pequeño seísmo para que seamos conscientes de que algunas de nuestras creencias no eran ciertas o que estaban ancladas a una realidad que ha evolucionado mucho, dejándolas obsoletas. Y esto se aplica aún más si hablamos de un terremoto 8 en la escala de Richter, que es lo que ha vivido el sector de los aceites de oliva en las dos últimas campañas. El hecho insólito de encadenar dos cosechas de baja producción, más propias de los años 80 del siglo pasado, hizo que echáramos mano de lo que la experiencia nos había enseñado: estábamos a punto de sufrir una crisis de mercado sin precedentes en cuanto los precios rebasaran un nivel que muchos establecían en alrededor de 6 euros. Se asumía que la demanda del aceite de oliva es inelástica y que una subida del precio tendría un efecto drástico sobre el consumo.
Dos años más tarde, la realidad, afortunadamente, nos ha mostrado lo equivocados que estábamos. La demanda se ha mantenido fuerte. Hasta la paradoja de desear que esa demanda no creciera en exceso para llegar a la nueva campaña con enlace suficiente que garantice el abastecimiento de los lineales hasta la llegada de los nuevos aceites. Y lo más sorprendente de todo es que la demanda se ha mantenido muy firme incluso en el momento en el que el precio superaba los 10 euros en los puntos de venta de todo el país. Y hemos cerrado la campaña con unas ventas en el mercado interior de 410.000 toneladas, un 17,8% más que en la pasada campaña, a precios récord.
Algunos economistas hablaron de la espiral inflacionista de los alimentos que pudo enmascarar la fuerte alza en el precio del aceite. Una explicación que no se sostiene si vemos la acumulación de titulares que protagonizó el precio de los aceites de oliva. Al respecto, se le otorgó el título oficioso de alimento campeón de la inflación.
Muchos en el sector estamos convencidos de que el elemento diferencial, clave en el comportamiento del mercado, ha sido el resultado de años de promoción. El sector, sus empresas y la Interprofesional del Aceite de Oliva Español llevamos años de intenso trabajo para transmitir a los consumidores los atributos únicos de nuestro alimento, empezando por sus bondades saludables y su sabor. Atributos que permiten hoy que un consumidor esté dispuesto a pagar un poco más (o incluso mucho más) por no renunciar a este alimento. Y no sólo en España. También en EEUU o Brasil el efecto precio se ha diluido, dejándonos unas ventas en valores récord.
Estos hitos son el claro resultado de mucho tiempo y trabajo invertido en llevar nuestros mensajes al consumidor. Éstos se apoyan en tres pilares: salud, sabor y sostenibilidad, poniendo el foco en las características y propiedades del producto y sus recomendaciones de uso. Han sido ya 16 años de constante esfuerzo desde la Interprofesional del Aceite de Oliva Español. Ahora tenemos que sacar provecho de todo lo aprendido en estos dos años de vértigo, para hacer frente a los nuevos retos que se nos plantean, empezando por el mercado norteamericano, que puede volver a darnos nuevos quebraderos de cabeza en el futuro. Pero estamos preparados para afrontarlos. En la organización acabamos de estrenar nueva extensión de norma, una herramienta del sector para reforzar, entre otras, la promoción de los Aceites de Oliva de España en nuestros mercados objetivo en los próximos cinco años.
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