En este artículo de opinión, Cristóbal Sánchez, Area Sales Manager de GEA Westfalia Separator Ibérica, aborda el paralelismo existente entre el café y el aceite de oliva respecto a lo acontecido en el mercado en el último año.
Según la Organización Internacional del Café (OIC), los precios de este producto aumentaron en torno al 70% en el último año. Factores climáticos adversos, como las prolongadas sequías o por el contrario las repentinas lluvias torrenciales, han provocado que las regiones productoras vean afectadas a la baja sus producciones o incluso que se restrinjan las zonas productivas, respectivamente. A todo esto se suma una demanda mundial creciente, generando una alarma en el sector por el desajuste provocado entre la oferta y la demanda.
Ante esta situación, hemos podido leer algunas afirmaciones publicadas por distintos representantes del sector del café para justificar este incremento de precios que ellos mismos catalogan como “subida sostenida”. Así, afirmaban “que desde que una planta de café se implanta hasta que comienza a dar frutos de manera efectiva, pueden pasar de tres a cinco años” o “que el desarrollo de nuevas variedades que pudieran adaptarse mejor al cambio climático podría tardar de 13 a 18 años”. En tono totalmente irónico tendríamos que decir que el cultivo del café es completamente insólito y excepcional, ya que la mayoría de los cultivos leñosos que conocemos no tienen un periodo improductivo desde su implantación hasta las primeras producciones o que el desarrollo de nuevas genéticas que pudieran adaptarse a los escenarios venideros es un proceso rápido y sencillo.
Salvando las distancias, el paralelismo de lo que ocurrió en la pasada campaña en el cultivo del olivo y la producción de aceites de oliva es más que evidente: las inclemencias meteorológicas, principalmente sequía, contribuyeron de forma directa en la disminución de la producción. Y ante la falta de oferta, una subida de precios. El paralelismo es tal que el café tiene a George Clooney y el aceite a José Coronado.
Ironías aparte, ¿qué pesa más, un kilo de café o un litro de aceite? Según el “Informe del Consumo Alimentario en España” que publica el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) con los datos referidos al consumo doméstico en el año 2023, el consumo de aceites de oliva -aceite de oliva, aceite de oliva virgen y aceite de oliva virgen extra- representó 6,11 litros por persona y año, mientras que el consumo de café e infusiones -este estudio no distingue entre café y otros percolados o infusionados- con el mismo baremo fue de 1,75 kg.
De los 1,75 kg. de café e infusiones”por persona y año que se consumieron en 2023 en el hogar, sólo 0,13 kg. se atribuyen a infusiones y los 1,62 kg. restantes correspondieron a café en la suma de todas sus modalidades -torrefacto, natural, mezcla, descafeinado, solubles o sucedáneos-.
Resumiendo, en 2023 las familias españolas destinaron el 2,13% de su presupuesto medio para la compra de aceites de oliva y el 1,69% para la adquisición de café. O lo que es lo mismo, de los 1.730,91 euros que cada ciudadano dedicó a la alimentación en el hogar, 36,99 euros se invirtieron en la compra de aceites de oliva y 29,28 euros se destinaron a café.
Teniendo en cuenta que el consumo de aceites de oliva corresponde a todos los integrantes del hogar a diferencia del café, que esta suprimido y/o restringido para menores, gestantes y/o lactantes, sólo 7,71 euros por persona y año tuvieron el suficiente peso para que no hayamos visto abrir ningún telediario informando sobre el encarecimiento del café o que ningún espacio televisivo en prime time haya dedicado su tiempo para debatir como pesa el precio del café en la cesta de la compra de las familias españolas.
Nunca las mismas causas tuvieron efectos tan distintos.