“Estamos perdiendo la oportunidad de aprovechar los cultivos arbóreos para enfrentar algunos de los mayores desafíos ambientales y sociales de nuestro tiempo”, ha destacado Carlos Martínez-Núñez, investigador de la Estación Biológica de Doñana y coordinador del estudio.
A su juicio, “si se gestionan correctamente, además de proveer unas 1000 millones de toneladas métricas de alimento al año, estos sistemas agrícolas pueden ser una herramienta clave para proteger la biodiversidad, mitigar los efectos del cambio climático, y reducir el desempleo, así como la pobreza rural”.
Según las conclusiones del equipo científico que ha participado en el artículo, es urgente que los responsables políticos desarrollen una agenda específica que impulse prácticas más sostenibles para estos cultivos. Las políticas agrarias suelen focalizarse en la gestión sostenible de cultivos de dinámica anual como el trigo, el girasol o el arroz, cuyo ciclo de vida, desde que germinan hasta que producen fruto y se reproducen, ocurre en un periodo máximo de un año. Sin embargo, añade que muy pocos se centran específicamente en los cultivos arbóreos perennes. "Aunque es importante trabajar sobre los cultivos anuales para mejorar la sostenibilidad agrícola, lo cierto es que tienen de media un valor ecológico menor, aunque se gestione de manera apropiada, debido a su menor complejidad estructural y a sus dinámicas a corto plazo", precisa.
Los cultivos arbóreos, por el contrario, tienen una mayor complejidad estructural y ofrecen una amplia gama de micro hábitats en los que puede coexistir una rica biodiversidad si se gestionan de manera apropiada. Además, estos cultivos ocupan la tierra durante varios años sin replantación, lo que hace que estos hábitats sean relativamente estables dentro de un mismo año y de un año a otro.
Otro de sus beneficios reside en sus extensas raíces y abundante hojarasca, que ayudan a reducir la erosión del suelo, aumentar su fertilidad y proporcionar hábitats permanentes para muchas especies.
Estos cultivos también ayudan a reducir los gases de efecto invernadero mediante el secuestro de carbono, favorecen la conectividad entre hábitats naturales fragmentados y ayudan a amortiguar el impacto de los paisajes agrícolas intensivos sobre las áreas protegidas adyacentes.
En el aspecto socioeconómico, los cultivos arbóreos perennes tienden a estar menos mecanizados y a menudo requieren más mano de obra, lo que ofrece una oportunidad para reducir el desempleo y apoyar el desarrollo rural, especialmente en países en vías de desarrollo donde estos cultivos son comunes.
En el artículo se insta a que se implementen regulaciones, incentivos económicos y políticas de apoyo para mejorar las prácticas agrícolas en estos cultivos, con el fin de maximizar su contribución a la sostenibilidad global. En este sentido, el investigador Ignasi Bartomeus, de la Estación Biológica de Doñana, ha afirmado que “necesitamos políticas adaptadas a diferentes situaciones, desde incentivos economicos para restaurar zonas naturales en cultivos intensivos, a regulaciones internacionales que aseguren un desarrollo sostenible de la agricultura en los países productores”.