Tras dos campañas muy negativas en el sector y justo al comienzo de una campaña con previsiones razonablemente buenas, ¿consideras que fue el momento idóneo para realizar unas declaraciones afirmando que existe un fraude importante en el aceite de oliva?
No podemos centrar el debate en si se debe hablar o no sobre el fraude. Hay evidencias y situaciones de mercado que indican que el fraude existe y lo que hay que hacer es acabar con él. Como no se acaba es tapándolo.
Siempre es buen momento para la lucha contra el fraude y la apuesta por la calidad. El sector lleva muchos años siendo conocedor de estas prácticas, que hemos denunciado ante la Administración, y vemos que no se hace nada.
Precisamente en los momentos de mayor producción es cuando más daño se hace al auténtico aceite de oliva. Si existe una gran producción y se siguen produciendo mezclas con otros aceites, es obvio que afecta negativamente a la comercialización y consecuentemente al precio.
Los medios de comunicación generalistas han destacado, durante meses y de forma muy insistente, el elevado precio del aceite de oliva en los lineales. En este contexto, ¿valoraste la repercusión que iban a tener unas declaraciones de este tipo en los medios?
“El sector lleva muchos años siendo conocedor de estas prácticas, que hemos denunciado ante la Administración, y vemos que no se hace nada”
Hace ya más de un año presentamos en Madrid junto a Deoleo un estudio muy concienzudo y bien hecho científicamente cuya conclusión es que había muchos aceites de oliva al límite del cumplimiento de la norma, algo que es imposible de forma natural. La pasada campaña vimos momentos en los que el aceite refinado estaba más barato que el lampante y eso va contra la lógica del mercado. También venimos alertando a las autoridades sobre esta problemática. Trabajamos con el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) en un Real Decreto de calidad que nos ha cargado de burocracia, pero cuyo incumplimiento no se controla. Apostamos claramente por la certificación de procesos para aumentar la transparencia y la buena reputación del producto. En Italia hemos visto que sí se han puesto manos a la obra para acabar con esta problemática y desgraciadamente se han importado esas prácticas. Y para concluir, el encuentro con medios de comunicación -en el que estuvo Mercacei- no fue para hablar de esto, sino que surgió en ese momento.
Como productores, somos los primeros perjudicados por estas prácticas fraudulentas que van, claramente, contra la rentabilidad de los agricultores. Somos la mayor empresa productora y una de las grandes comercializadoras que sufre competencia desleal con esto; por tanto, es nuestra responsabilidad defender la buena imagen del aceite de oliva español. Después de liderar la producción y ahora la comercialización, España tiene el reto de ganar también la imagen de calidad y en eso debemos participar todos.
La manera de acabar con la corrupción es denunciándola, abordándola y solucionándola. No creo que quienes defienden no publicarla quieran realmente acabar con ella.
El consumidor ha estado percibiendo el aceite de oliva como uno de los productos más caros de la cesta de la compra. ¿Crees que introducir el término “fraude” contribuye a añadir malestar y desconfianza en el consumidor? ¿Puede haber contribuido a generar un problema de credibilidad en torno al sector del aceite de oliva?
Creo que los consumidores lo que buscan es fiabilidad, transparencia, seguridad y calidad en lo que compran y pienso que pueden hacer una reflexión sobre lo que se encuentra en el mercado, lo que compran, buscando y confiando en los productos que realmente aseguren que contienen lo que se dice.
Lo que no les gusta a los consumidores es que haya fraude, que los engañen, que les oculten información… no sólo en el aceite sino en cualquier producto.
Tenemos una espada de Damocles, una bomba que hay de desactivar ya. Hemos denunciado para que se corte y se solucione, e indudablemente mucho peor será que salgan a la luz los casos. Nuestro objetivo no es destapar ningún escándalo ni ir contra ninguna empresa, sino trabajar por erradicar definitivamente cualquier práctica irregular y generar confianza en los consumidores.
Tenemos sospechas, indicios, evidencias de que algo pasa y cuando tengamos pruebas concretas contra alguien, por supuesto las denunciaremos.

Algunos profesionales del sector han calificado tus declaraciones como “nocivas”, “incendiarias”, “temerarias” o “alarmantes”. ¿Crees que han provocado tensión en el propio sector?
Lo que veo es mucho cinismo e hipocresía. Cuando en el día a día del comercio del aceite todos oímos hablar de desodorizado, de precios ilógicos entre categorías en determinados momentos, del uso y destino de otros aceites… ¿ahora algunos se rasgan las vestiduras?
No creo que se haya generado tensión, porque todo el mundo conoce estas prácticas fraudulentas. Lo que sí creo es que ha provocado un debate que confiamos en que sirva para que nos conjuremos todos (Administración y sector) en mejorar la imagen del aceite de oliva español eliminando, decididamente, este cáncer de una vez por todas.
No sólo denunciamos, sino que también proponemos soluciones como la certificación de procesos del Patrimonio Comunal Olivarero, que apoyamos dos grandes operadores como Deoleo y el Grupo Dcoop. La adhesión a esta iniciativa demuestra una clara apuesta por la transparencia, por lo que confiamos en que otros operadores se unan y no tengan reticencias, miedo y excusas ante este proyecto que no entendemos. Se trata de una oportunidad para todo el sector oleícola español.
En el caso concreto del sector cooperativo, ¿tus declaraciones podrían pasar factura al Grupo Dcoop, como también se ha dicho?
Entre las cooperativas siempre hemos tenido muy claro que teníamos que trabajar para eliminar estas prácticas y, de hecho, lo hemos denunciado muchas veces a las distintas administraciones siendo conscientes de la reacción que esto provoca en nuestra base social y en el sector.
En el caso de Dcoop, se trata de una cooperativa transparente y participativa, donde se abren debates en los que intervienen muchas personas, por lo que yo soy el presidente que traslada esta línea de trabajo en algo en lo que estamos precisamente alineados: la apuesta por la calidad y la lucha contra el fraude.
Lo que realmente pasa factura -y mucha- es la pérdida de dinero que provocan estas prácticas fraudulentas a los olivareros y a la industria que lo hace bien y que está sufriendo competencia desleal. Nuestros cooperativistas -y por extensión los de otras entidades- son perjudicados claramente y por eso trabajamos para solucionar este tema.
Te has mostrado muy contundente al afirmar que se comete fraude en el sector. ¿Cuál es vuestra solución para revertir esta situación?
Lo he señalado anteriormente, por ejemplo, con la certificación de procesos para que se controle toda la trazabilidad del aceite desde el origen. Ahora mismo los controles están centrados ya en la botella, por lo que es muy difícil conocer los pasos que ha habido antes, donde se puede cometer el fraude. Con el control de los transportes, la Administración ha avanzado algo positivamente, pero creemos que se puede hacer más y así se lo hemos trasladado. La norma sin control no sirve de nada.
Sobre este tema, aseguraste que “hay muchas cosas que nos gustaría hacer de forma muy distinta a como lo plantean Asoliva y Anierac”. ¿A qué acciones te refieres?
En ese momento me refería a cuestiones como la implantación de la certificación voluntaria de procesos para mejorar la trazabilidad y la imagen de calidad del aceite de oliva español. Ambas organizaciones siempre se han mostrado reticentes a que se haga sin que den una explicación convincente y eso que es voluntaria.
Nosotros somos una cooperativa y defendemos que la mayor rentabilidad vaya a los olivareros. Lógicamente, ellos representan a la industria que lucha por obtener el mayor rédito para sus empresas asociadas.
Comentaste asimismo que “la manera de controlarlo es con trazabilidad”. ¿Qué protocolo habría que implantar en este sentido y quien debería liderarlo y velar por su cumplimiento?
A él me vengo refiriendo con una de las soluciones que está en marcha: la certificación de todo el proceso desde que se obtiene el aceite hasta que llega a la botella. Que se pueda saber y controlar en todo momento el origen y el destino de todos los aceites. Esto se está implementando ya, pero no se está controlando. Siempre hemos estado abiertos a estudiar otras iniciativas.